miércoles, 5 de marzo de 2014

fallas evolución

Nacimiento y evolución de las fallas

  El casal de Manuel de Falla-Tamarindos ha acogido esta mesa redonda dentro de las II Jornadas Culturales Pepe Monforte, organizadas por la FFBC. Los protagonistas han sido los miembros de la prensa fallera escrita.


Interesante coloquio el realizado en la tarde de ayer, con los amigos de Benicalap Campanar y todos los que hasta allí desearon acercarse.

Bajo el título de “Naixement i evolució de les publicacions falleres” la jornada de ayer reunió a los directores y representantes de las revistas falleras que se editan actualmente.

Historia de las Fallas


El origen de la fiesta de las Fallas se remonta a la antigua tradición de los carpinteros de la ciudad, que en vísperas de la fiesta de su patrón San José, quemaban frente a sus talleres, en las calles y plazas públicas, los trastos viejos e inservibles junto con los artilugios de madera que empleaban para elevar los candiles que les iluminaban mientras trabajaban en los meses de invierno. Por ese motivo el día de la cremà (momento en el que arden los monumentos falleros) siempre coincide con el día 19, Festividad de San José.
    En el siglo XVIII, las Fallas se reducían a piras de materiales combustibles que recibían el nombre de Fallas y quemaban al anochecer de la víspera de San José.
    Estas Fallas fueron evolucionando y cargándose de sentido crítico e irónico, mostrándose sobre todo en los monumentos falleros escenas que reproducían hechos sociales censurables y critica social siempre con sentido del humor.

    Sobre 1870 se persiguió duramente los festejos populares como el Carnaval y las Fallas. Esta presión provocó que en 1885 surgiera un movimiento en defensa de las tradiciones típicas, otorgando la revista "La Traca" premios a los mejores monumentos falleros. Este hecho provocó la competición entre los vecinos y dio lugar al nacimiento de la falla artística, donde no desaparecía la crítica, pero predominaba la preocupación estética.
    En 1901, el propio Ayuntamiento de Valencia, otorgó los primeros premios municipales a las mejores Fallas. Este fue el comienzo de la unión entre el pueblo y el poder político, evolucionando con pasos agigantados esta fiesta popular en número, estructura y organización.



Moderado por el periodista Boro Peiró, contado con la presencia de Braulio Torralba, de Actualidad Fallera; Sento Bayarri y Javier Tejero, de El Turista Fallero; Hernan Mir, de la Revista Cendra ; Jesús Ignasi Catalá, de la Revista d´Estudis Fallers; y Frances Ferrer, de Marxa Popular Fallera.

Durante una hora y media aproximadamente nos hablaron de cómo nacieron sus revistas y como ha ido evolucionando a la actualidad, también se hablo de como se imponen los medios digitales en nuestros días y en un futuro al papel, aunque nunca morirá la esencia del papel ya que este siempre quedara en los recuerdo para el archivo o biblioteca de cada uno.
Por ultimo los allí presentes se animaron a participar y preguntarle a los diferentes componentes que conformaban la mesa.


LAS FALLAS HOY

    Valencia, ejemplo de modernidad, puerto del Mediterráneo y capital de grandes eventos, se transforma en marzo para convertirse en una ciudad entregada a su fiesta, a la música y a la pólvora.
    Las Fallas, las fiestas del fuego por excelencia, se mantienen desde hace siglos tan espectaculares, desmesuradas y barrocas como el propio valenciano. En los albores del invierno, la ciudad se tiñe del color de las flores y de la pólvora para recibir la primavera y a más de un millón de visitantes, que entre la música de las bandas y el estruendo de las mascletàs recorren los monumentos falleros, este año más de 700. Sin embargo, no hay que olvidar que durante esos días, también se puede disfrutar de las exposiciones del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) y del Museo de Bellas Artes San Pío V, visitar la Ciudad de las Artes y las Ciencias e incluso descubrir el alma marinera de la ciudad degustando una buena paella después de la mascletà.
    La Exposición del Ninot, la plantà, la Cabalgata del Reino, los castillos de fuegos artificiales, la Ofrenda de flores a la Virgen y la Nit del Foc, son algunas de algunas de las imprescindibles citas falleras.
    Lo más tradicional es recorrer las calles de la ciudad contemplando las fallas, mientras se disfruta de un exquisito chocolate con bunyols de carabassa.
    El día 15 de marzo empieza la plantà y el 16 a las ocho de la mañana ya está cada falla en su lugar, más de 700 monumentos algunos de 25 metros de altura.
    El arte y la sátira se conjugan en unos monumentos que durante la semana fallera, del 12 al 19 de marzo, se levantan en cada una de las calles y esquinas de la ciudad y en los que se critica y caricaturiza vida social y política. Como cada año la cridà, la invitación de las falleras mayores de Valencia, Marta Agustín y María Berbel, a participar en las Fallas, ha sido el pistoletazo de salida de las celebraciones falleras.
    Como presagio primaveral, las Fallas se viven en la calle por el buen tiempo que normalmente hace y porque la ciudad se convierte, toda ella, en peatonal. El sonido de la música festera y el olor a la pólvora y a las flores acompañan a otro aroma típicamente fallero para los valencianos: el de los buñuelos. Lo más tradicional es recorrer las calles de la ciudad contemplando las fallas, mientras se disfruta de un exquisito chocolate con bunyols de carabassa.

    D
esde el 1 de marzo en Valencia, todo el mundo tiene una cita a las dos en la plaza del Ayuntamiento para ver la mascletà, la sinfonía del ruido. Las mascletà es un espectáculo para los sentidos: se oyen los masclets, se ve el fuego y el humo y se huele la pólvora, pero sobre todo se siente la vibración que sube por las piernas y recorre todo el cuerpo.


Las Fallas son un ritual de fuego. A lo largo de toda la historia de la humanidad, siempre ha habido rituales que tenían como protagonista este elemento porque simboliza la renovación: destruye las cosas viejas para dejar sitio a las nuevas. Es normal ver por las costas mediterráneas que se enciendan hogueras para conmemorar la entrada del solsticio de verano, o para quemar muñecos que representan personajes rechazados por el vecindario.
El origen de las Fallas todavía no se ha resuelto con exactitud. La teoría que más se escucha a nivel popular es la que dice que derivan de una costumbre que tenían los ebanistas valencianos, consistente en recoger toda la madera que les sobraba para hacer una hoguera en honor a su patrón, San José, el 19 de marzo.
También se dice que las fallas provienen de los fuegos que se encendían al principio del solsticio de verano, los cuales adoptó el cristianismo dedicándolos a santos situados en esas fechas del año, como el santo antes mencionado. Esto podría explicar el gran componente pagano de la fiesta. Finalmente, otro sector apoya la versión del “ninot de mitja Quaresma” (muñeco de media Cuaresma) o “parot”, según la cual las fallas nacen de la costumbre de lanzar un muñeco que representa a Lutero, Judas u otro personaje, a la hoguera. Esta teoría explicaría la existencia de figuras en las fallas y el carácter censor y satírico de los monumentos.
No hay constancia documental del momento exacto de la aparición de estas fiestas populares. Las primeras noticias son de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la fiesta ya estaba consolidada. En esta época surgieron diversas leyes municipales que regulaban la ubicación de los monumentos para evitar incendios. Ya en el siglo XIX, los documentos sobre fallas se hacen más frecuentes.
Pero, no obstante, la fiesta fallera de aquel entonces no era igual que la actual. Las fiestas se consideraban fiestas de la víspera de San José; se plantaban la mañana del 18 de marzo y se quemaban la misma noche. Su estructura simulaba un teatro: una tarima de madera sobre la que se ponían varios “ninots” que representaban una escena, la cual se acompañaba de carteles explicativos. Los “ninots” de aquella época eran una estructura de madera vestida con ropa auténtica y con máscara de cartón, mientras que ahora son completamente de cartón-piedra o similar. Además de las fallas “monumento” también había otras hechas con trastos viejos.
A partir del último tercio del siglo XIX, la fiesta comienza a ampliarse. El número de fallas oscilaba de año en año, de una en 1852 a 16 en 1872. A partir de 1866 la pirotecnia se hace más presente, se implantan las “despertaes” y aparecen algunos “llibrets” (publicación que edita cada falla). Los grupos de vecinos que hacen fallas evolucionan y surgen las primeras comisiones falleras con cargos directivos. Desde 1873 se fue implantando poco a poco la “cremà” el día 19 por la noche, pero la “plantà” no se trasladó a ese día, con lo que los festejos pasaron a durar dos. No obstante, el ayuntamiento del momento dificultaba la fiesta obligando a pedir permiso por plantar monumentos (1851) e incluso cobrando impuestos por hacerlo desde 1872. Además, hacia 1851 se instaura la Las Fallas son un ritual de fuego.
A lo largo de toda la historia de la humanidad, siempre ha habido rituales que tenían como protagonista este elemento porque simboliza la renovación: destruye las cosas viejas para dejar sitio a las nuevas. Es normal ver por las costas mediterráneas que se enciendan hogueras para conmemorar la entrada del solsticio de verano, o para quemar muñecos que representan personajes rechazados por el vecindario.
El origen de las Fallas todavía no se ha resuelto con exactitud. La teoría que más se escucha a nivel popular es la que dice que derivan de una costumbre que tenían los ebanistas valencianos, consistente en recoger toda la madera que les sobraba para hacer una hoguera en honor a su patrón, San José, el 19 de marzo. También se dice que las fallas provienen de los fuegos que se encendían al principio del solsticio de verano, los cuales adoptó el cristianismo dedicándolos a santos situados en esas fechas del año, como el santo antes mencionado. Esto podría explicar el gran componente pagano de la fiesta. Finalmente, otro sector apoya la versión del “ninot de mitja Quaresma” (muñeco de media Cuaresma) o “parot”, según la cual las fallas nacen de la costumbre de lanzar un muñeco que representa a Lutero, Judas u otro personaje, a la hoguera. Esta teoría explicaría la existencia de figuras en las fallas y el carácter censor y satírico de los monumentos.
No hay constancia documental del momento exacto de la aparición de estas fiestas populares. Las primeras noticias son de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la fiesta ya estaba consolidada. En esta época surgieron diversas leyes municipales que regulaban la ubicación de los monumentos para evitar incendios. Ya en el siglo XIX, los documentos sobre fallas se hacen más frecuentes.
Pero, no obstante, la fiesta fallera de aquel entonces no era igual que la actual. Las fiestas se consideraban fiestas de la víspera de San José; se plantaban la mañana del 18 de marzo y se quemaban la misma noche. Su estructura simulaba un teatro: una tarima de madera sobre la que se ponían varios “ninots” que representaban una escena, la cual se acompañaba de carteles explicativos. Los “ninots” de aquella época eran una estructura de madera vestida con ropa auténtica y con máscara de cartón, mientras que ahora son completamente de cartón-piedra o similar. Además de las fallas “monumento” también había otras hechas con trastos viejos.
A partir del último tercio del siglo XIX, la fiesta comienza a ampliarse. El número de fallas oscilaba de año en año, de una en 1852 a 16 en 1872. A partir de 1866 la pirotecnia se hace más presente, se implantan las “despertaes” y aparecen algunos “llibrets” (publicación que edita cada falla). Los grupos de vecinos que hacen fallas evolucionan y surgen las primeras comisiones falleras con cargos directivos. Desde 1873 se fue implantando poco a poco la “cremà” el día 19 por la noche, pero la “plantà” no se trasladó a ese día, con lo que los festejos pasaron a durar dos. No obstante, el ayuntamiento del momento dificultaba la fiesta obligando a pedir permiso por plantar monumentos (1851) e incluso cobrando impuestos por hacerlo desde 1872. Además, hacia 1851 se instaura la censura sobre las fallas para controlar la crítica política, social y moral de los monumentos. Estas presiones consiguieron la desaparición definitiva de las fallas de trastos viejos y que en 1866 no se plantara ningún monumento.
Pero la fuerza de los vecinos y de los medios de comunicación consiguió una buena rebaja de los impuestos a las fallas, lo que, unido a la creación de los premios a los mejores monumentos por parte de la revista “El Traca”, hizo que en 1887 la tradición volviera con potencia, ya que ese año se plantaron 29 fallas.
Al final del siglo XIX, esta ya era la fiesta más popular de Valencia. El número de fallas creció y empezaron a plantarse en muchos pueblos. Comenzaron a hacerse más grandes, más acabadas, con nuevos materiales. En este contexto, la sociedad cultural Lo Rat Penat propuso la creación de premios a las mejores fallas, y el Ayuntamiento aprobó su creación en 1901.
Los años 30 fueron el momento en que la fama de las fallas comenzó a conseguir un nivel nacional e internacional. En 1927 se reunió la Asamblea Pro-Fiestas de San José para coordinar y fomentar la fiesta. Con el impulso de esta asamblea, el consistorio incrementó el dinero de los premios a las fallas y las dividió en dos secciones según su coste. La semana fallera se amplió en 1928 , y se adelantó la “plantà” a la noche del 16. Ese año se crea el Comité Central Fallero, preludio de la Junta Central Fallera. Entre los actos que constituyó este comité se encuentran la “Cridà”, la Exposición del “ninot”, la “Nit del Foc” (noche del fuego), las cabalgatas y la elección de once Bellezas Falleras y una Reina de las Fallas, antecedentes de la Fallera Mayor de Valencia y su Corte de Honor.
La Guerra Civil trastocó completamente la fiesta, pero al acabar el conflicto el nuevo consistorio decidió reconstruirla. Así, reunió a los presidentes y secretarios de las comisiones falleras supervivientes para fundar en 1939 la Junta Central Fallera para coordinar las fallas. Aquí comenzó, lógicamente, un nuevo periodo de censura en los temas falleros, en el que no era recomendable hacer alusión al sexo no crítica política. El Ayuntamiento incorporó nuevos actos como la Fiesta de la Clavariesa, precedente de la Ofrenda a la Virgen. Por los años 40 se montaron las primeras comisiones falleras modernas, con presidente, directivos, fallera mayor, estandarte y demarcación. Los falleros pasaron de reunirse en bares o locales a hacerlo en barracas. La Junta Central Fallera crea la sección especial para los premios y la delegación de infantiles, y obliga a que toda infantil esté ligada a una grande.
A partir de los años 50, las fallas crecen espectacularmente en número de visitantes y en volumen económico. En esta década, la “Nit del Foc” pasa del 16 al 19 de marzo y la Junta Central Fallera crea el actual traje negro de fallero.
En los 60, las comisiones falleras ya usan el “casal” como lugar de reunión. El número de comisiones subía casi sin pausa desde 1960, llegando a superar las 200 en 1969. Se consolidan la sección infantil y la femenina dentro de las comisiones y los falleros en general eran cada vez más (28.000 en 1970, mientras que en 1959 eran sólo 6.000). Las dimensiones de las construcciones eran cada vez más grandes, y comienzan a destacar las fallas de Na Jordana, el Pilar, la Merced y Convento Jerusalén- Matemático Marzal, entre otras.
Con la llegada de la democracia los políticos pasaron a convertirse en “ninots” con asiduidad. Los castillos de fuegos artificiales dejaron de hacerse en la Plaza del Ayuntamiento en 1987 y pasaron al cauce del Río Túria donde hay más espacio. La “plantà” pasó a realizarse la noche del 15 de marzo y la “Nit del Foc” la del 18. El resto de la historia de las fallas lo siguen haciendo los falleros, que hacen todo lo posible para adaptar la fiesta a los nuevos tiempos.
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1 comentario:

  1. jejeejjejjejejjejejejejejejjejjejejjejejjjajajajajajjjajajajajajaajjajaajajjoojjoojojojooojjoojojujujujjujujujjujujj gilipoyas el que lea esta estupidezz xdddddddd

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